Era una bella tarde de otoño, durante los primeros días del mes de septiembre, cuando el trabajador guatemalteco, William, estaba hablando por su teléfono celular justo afuera de la casa de los trabajadores ubicada en el sitio de Novafruit. De repente, divisó luces en el cielo, justo arriba de la montaña de St-Paul d’Abbotsford a algunos centenares de metros.

Algunos instantes después, su colega Vicente se asomó a la ventana y William le dijo que viniera a ver lo que él estaba viendo. Cuando Vicente se junto con él afuera, William terminó su llamada y empezaron a observar juntos los movimientos de estas luces. Vicente no supo tampoco determinar la naturaleza de lo que estaban viendo en el cielo. Ellos describieron esas cinco o seis luces como siendo redondas y teniendo movimientos a veces circulares y a veces lineares. Las luces aparecían y luego desaparecían y luego volvían a aparecer y esto, en varias ocasiones durante unos doce minutos. A veces actuaban al simultáneamente, a veces una tras la otra, a veces rápidamente y de repente y otras veces más lentamente. En ocasiones, ellas actuaban todas en conjunto y en otras ocasiones lo hacían en forma separada o en pequeños grupos.

Un tercer trabajador, Daniel, también vino afuera y ellos le preguntaron si veía las luces. Él habría contestado dubitativamente que sí pero que sabía qué era. Cuando las luces dejaron de reaparecer, William, Vicente y Daniel narraron lo que habían visto a sus colegas asombrados.